🌿
En una era antigua, cuando los reyes aún gobernaban la tierra siguiendo los principios del dharma y los sabios vagaban por los bosques absortos en la meditación de Viṣṇu, vivía un rey noble y piadoso llamado Muchukunda. Su corazón rebosaba devoción, y aunque era monarca de vastos territorios, su mayor tesoro era el canto del Santo Nombre y el deseo sincero de complacer al Señor Supremo.Sin embargo, con el paso del tiempo, Muchukunda se preocupó. En su reino, las personas se habían vuelto perezosas en sus deberes espirituales, atraídas por los placeres efímeros y los rituales vacíos. El rey, entristecido, pensó:
“¿Cómo podré liberar a mi pueblo de esta ilusión? ¿Cómo ayudarles a recordar al Señor Hari, fuente de toda bienaventuranza?”
Con esta preocupación, se dirigió al bosque sagrado de su gurú y maestro espiritual, Śrī Vasiṣṭha Muni, sabio de visión pura y conocedor de todos los Vedas. Al verlo llegar con humildad, el muni lo recibió con afecto y le dijo:
—Oh rey, tu corazón compasivo es digno de toda alabanza. Dime, ¿qué inquietud te trae a mi āśrama?
Muchukunda se postró ante él y respondió:
—¡Oh sabio de gran poder!, mi pueblo se ha alejado de la senda de la virtud. Busco una práctica que purifique sus corazones y los acerque al servicio amoroso del Señor Viṣṇu. Por favor, dime qué puedo hacer por su bienestar espiritual.
Vasiṣṭha Muni cerró los ojos, entró en meditación, y luego, con voz serena, dijo:
—Escucha con atención, oh rey. Existe un día tan sagrado que puede liberar incluso a los más caídos de todos los pecados. Aquel que observe este día con fe y devoción será elevado a los pies de loto de Śrī Hari. Ese día se llama Rāma Ekādaśī, y ocurre durante la quincena brillante del mes de Kārtika.
En ese día, el devoto debe abstenerse de comer granos y legumbres, debe pasar su tiempo recordando al Señor, cantando Sus santos nombres y sirviendo a los vaiṣṇavas. Aquel que observa este voto sinceramente, obtiene no solo purificación sino también amor puro por Dios.
El sabio continuó relatando:
—Hace mucho tiempo, en una ciudad llamada Ayodhyā, un pecador llamado Kṛtavarman vivía entregado a los placeres mundanos. Ni el consejo de los brāhmaṇas ni las advertencias de los santos lograban cambiarlo. Pero un día, mientras vagaba sin rumbo, escuchó a unos devotos hablar sobre el poder de Rāma Ekādaśī. Impulsado por un destello de fe, decidió ayunar ese día y pasar la jornada escuchando los pasatiempos del Señor Rāma.
Al amanecer del día siguiente, su corazón había cambiado. Las impurezas que durante años habían cubierto su mente desaparecieron, y con lágrimas en los ojos, comenzó a cantar el nombre de Rāma, sintiendo un gozo nunca antes experimentado. Al final de su vida, alcanzó la morada espiritual, liberado por el poder de la devoción nacida en aquel Ekādaśī.
Al escuchar esta historia, el rey Muchukunda se llenó de esperanza. De regreso a su reino, proclamó la observancia de Rāma Ekādaśī como una festividad de purificación colectiva.
Los templos resonaron con el canto del Mahā-mantra Hare Kṛṣṇa, las lámparas se encendieron en honor del Señor Rāma, y las familias ofrecieron frutas, flores y oraciones, absteniéndose de los placeres materiales.
Aquel día, una atmósfera divina envolvió todo el reino. Las mentes se calmaron, los corazones se ablandaron, y el aire se impregnó del dulce sonido de los nombres de Dios. El mismo Muchukunda, mientras meditaba en los pies de loto de Rāma, tuvo una visión del Señor acompañado de Sītā-devī, Lakṣmaṇa y Hanumān. El Señor le habló con voz de miel:
—Oh rey, tú has despertado la devoción en muchos corazones. Quienquiera que observe Rāma Ekādaśī con fe, recordando Mis nombres, obtendrá la morada eterna, libre de todo sufrimiento.
Diciendo esto, el Señor desapareció, dejando tras de Sí una fragancia celestial.
Desde entonces, los devotos vaisnavas celebran Rāma Ekādaśī como un día de limpieza del corazón, entrega y amor. No se trata solo de abstenerse de comida, sino de alimentar el alma con el néctar del Santo Nombre y de renovar la promesa de vivir para el servicio divino.
🌺 Meditación:
“Oh Señor Rāma, por favor, líbrame de la oscuridad del olvido. Que mi mente se purifique con el fuego del recuerdo de Tus glorias, y que mi corazón se vuelva un templo donde siempre resida Tu nombre.”







0 comments:
Publicar un comentario