Durante semanas, los pastores mayores habían hablado de ello:
—“Nuestro Kṛṣṇa ya no es un niño pequeño”, decía Nanda Mahārāja con orgullo. “Ha cuidado a los becerros con tanto amor y sabiduría, que ya es hora de que pastoree las vacas adultas.”
Madre Yaśodā, al escuchar esto, sintió una mezcla de alegría y preocupación. Su corazón de madre se estremecía ante la idea de ver a su pequeño adentrarse en los bosques más alejados. Pero Kṛṣṇa, al escuchar la noticia, saltó de alegría. Su rostro se iluminó como un loto recién abierto.
—“¡Padre! ¿De verdad podré ir con las vacas? ¿A los prados donde pastan Surabhi y Padma? ¿A los lagos donde crecen los lotos azules?”
Nanda Mahārāja rió y lo abrazó.
—“Sí, mi querido niño, ha llegado el día. Desde hoy serás un verdadero gopāla, el protector de las vacas.”
Antes del amanecer, Yaśodā bañó a Kṛṣṇa con agua perfumada en una ceremonia amorosa. Le vistió con ropa amarilla brillante como el oro derretido, adornó Su cuello con guirnaldas de flores frescas y pintó tilaka sobre Su frente con pasta de sándalo.
Luego, Nanda Mahārāja le ofreció una vara de pastor (daṇḍa), una flauta nueva, una bolsa con cuerdas de algodón para atar a las vacas, y sandalias hechas por su propia mano.
Cuando Kṛṣṇa se miró en el espejo de cobre, su rostro era radiante. Su cabello rizado, cubierto de polvo de cúrcuma, bailaba al viento. En ese instante, madre Yaśodā no pudo contener las lágrimas.
—“Mi niño… tan pequeño, y ya se va a cuidar a las vacas…”
Kṛṣṇa la abrazó con ternura.
—“Madre, no llores. Volveré antes del anochecer, y traeré conmigo leche fresca para ti.”
A su lado, Su hermano Balarāma, más alto y fuerte, sostenía Su propia vara y sonreía con orgullo.
—“Hoy iremos juntos, madre. No temas. Yo cuidaré de Él.”
Todos llevaban flautas, tambores y guirnaldas. Las madres de los gopas preparaban dulces y frutas para sus hijos. En los corrales, las vacas mugían felices, como si también supieran que su amado Señor vendría a guiarlas ese día.
Nanda Mahārāja realizó una ceremonia āratī en honor a Kṛṣṇa, ofreciendo lámparas de ghee, incienso y flores.
El aire se llenó de cánticos, risas y campanas.
—“¿Qué? ¿Kṛṣṇa va a salir hoy a pastorear las vacas por primera vez? ¡Debo ir también!”
Pero sus padres no se lo permitieron.
—“Hija, los pastos están lejos, solo los muchachos van allí.”
Rādhā se entristeció, pero su inseparable amiga Lalitā-sakhī tuvo una idea traviesa.
—“¡Disfrázate! Ponte este turbante, esta túnica de lino y un pañuelo sobre el pecho. Nadie sabrá quién eres.”
Rādhā rió dulcemente y aceptó. Con la ayuda de sus sakhīs, se vistió como un joven pastor. Así, entre el grupo de niños que acompañaban a Kṛṣṇa, se encontraba también Ella, oculta, feliz, mirando al Señor con ojos llenos de amor secreto.
Kṛṣṇa, aunque sabía perfectamente quién era, fingía no reconocerla.
Sus miradas se cruzaron, y una sonrisa leve iluminó su rostro divino.
En Su corazón, Kṛṣṇa pensó:
“Rādhā no puede estar lejos de Mí, ni siquiera por un instante.”
Con las flautas resonando, el grupo de jóvenes pastores y vacas adornadas con flores comenzó su marcha hacia los prados de Govardhana. El polvo dorado levantado por sus pies parecía formar una nube luminosa alrededor de Kṛṣṇa.
Las vacas lo seguían dócilmente, y las aves del bosque cantaban su bienvenida.
Cuando llegaron a la orilla del río Yamunā, Kṛṣṇa tocó su flauta; el sonido fue tan dulce que el agua se detuvo por un momento, y los cisnes se quedaron inmóviles.
Los gopas bailaban, reían, y lanzaban flores al aire.
Era como si todo el universo celebrara ese instante:
el día en que el Supremo Pastor se convirtió oficialmente en el guardián de todos los seres vivos.
Al caer la tarde, Kṛṣṇa regresó a Vṛndāvana con las vacas.
El pueblo entero salió a recibirlo con cantos y lámparas encendidas. Las madres ofrecían dulces, los niños bailaban, y las jóvenes gopīs miraban al Señor con corazones derretidos.
Madre Yaśodā corrió a abrazarlo.
—“¡Oh, mi pequeño Gopāla! ¡Has cumplido tu deber tan bien!”
Nanda Mahārāja, orgulloso, levantó a Kṛṣṇa en brazos y lo bendijo.
—“Desde hoy, Tú eres verdaderamente Govinda, el amado de las vacas y de todos los seres.”
🌾 El origen de Gopāṣṭamī
En Vṛndāvana, cuando Śrī Kṛṣṇa tenía aproximadamente seis años, ocurrió una transformación muy significativa. Hasta ese momento, Él y Sus amigos habían cuidado becerros (vaṭas), acompañándolos a pastar cerca del pueblo bajo la supervisión de sus padres. Pero en el día de Aṣṭamī (el octavo día lunar) del mes de Kārttika (octubre-noviembre), Nanda Mahārāja —su padre— decidió que ya era momento de que Kṛṣṇa asumiera un servicio mayor: pastorear las vacas adultas (go).
Ese día fue declarado como Gopāṣṭamī, una celebración de alegría y orgullo para todos los habitantes de Vṛndāvana, pues su amado niño pasaría a un rol más maduro y sagrado: el protector y amigo de las vacas, símbolo de la prosperidad y el amor puro de la comunidad vaiṣṇava.
Gopāṣṭamī no es solo una historia pastoral; es un símbolo del progreso del alma.
Así como Kṛṣṇa pasó de cuidar becerros a cuidar vacas, el devoto también debe crecer en su servicio, pasando de la inocencia del primer amor devocional a una entrega más profunda, responsable y protectora.
Cuidar de las vacas representa cuidar de la vida, la naturaleza y la madre tierra, que nos nutre con generosidad.
Por eso, en este día sagrado, los vaiṣṇavas realizan Go-pūjā, adornan a las vacas, ofrecen lámparas y cantan los santos nombres:
Govinda Gopāla Gopāla KanhaiyāMurli Manohara Nanda Ke Lālā 🌾🎶
🌸 Cómo se celebra hoy
En templos vaiṣṇavas, se realiza abhiseka (baño ceremonial) a las vacas y a las Deidades de Kṛṣṇa y Rādhā.
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Se canta el Govinda Gopāla bhajana y el Damodarāṣṭaka, pues la fecha coincide con el mes de Kārttika.
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Los devotos suelen caminar descalzos alrededor del gośāla (refugio de vacas), ofreciendo lámparas de ghee (dīpas) y flores.
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Es un día ideal para reflexionar sobre el servicio desinteresado, la protección de la naturaleza y el amor inocente hacia todos los seres.
Gopāṣṭamī nos enseña que el Bhakti no crece en la comodidad, sino en el servicio activo y lleno de amor. Así como Kṛṣṇa pasó de cuidar becerros a cuidar vacas, cada devoto debe madurar en su propio servicio espiritual: pasar del amor infantil al amor consciente y protector, lleno de compasión y responsabilidad hacia los demás.






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