Hace muchos, muchos siglos, en el mes de Bhādra, durante la quincena creciente de la luna, ocurrió un día muy especial conocido como Pārśva Ekādaśī.
Se cuenta que, durante los cuatro meses de Cāturmāsya, el Señor Supremo, Śrī Viṣṇu, descansa en Yoga-nidrā sobre la serpiente Ananta Śeṣa, en el océano de leche. En Śayana Ekādaśī, el Señor se acuesta para descansar, y en Pārśva Ekādaśī, cambia de lado. Por eso, este día marca un giro espiritual, un momento en que los devotos también pueden cambiar de lado en sus corazones: dejar el orgullo y volverse más rendidos al Señor.
Ese mismo día, el mundo fue testigo de un maravilloso pasatiempo del Señor en su forma de Vāmanadeva.
En aquella época, el gran rey Bali Mahārāja, nieto de Prahlāda Mahārāja, había conquistado los tres mundos. Aunque era de una familia de grandes devotos, la opulencia y el poder habían despertado cierto orgullo en su corazón. Los semidioses, despojados de sus reinos, acudieron al Señor Viṣṇu para pedir protección.
El Señor entonces apareció como un pequeño brāhmaṇa enano: Śrī Vāmanadeva. Vestía corteza de árbol, portaba un kamaṇḍalu en sus manos, y su semblante irradiaba pureza y dulzura.
Vāmanadeva llegó al sacrificio de Bali. Todos quedaron maravillados con la belleza de aquel niño brāhmaṇa. Bali, queriendo complacerlo, le dijo:
—Oh, joven brāhmaṇa, pídeme lo que quieras, que te lo daré.
Entonces, Vāmanadeva sonrió dulcemente y respondió:
—Solo deseo tres pasos de tierra.
Bali rió al escuchar una petición tan sencilla:
—Pide más, pequeño, yo puedo darte islas, ciudades, ejércitos…
Pero Vāmanadeva insistió con humildad:
—Tres pasos bastan para mí.
Bali aceptó. En ese instante, ocurrió lo inconcebible: el pequeño brāhmaṇa comenzó a crecer y crecer, transformándose en la gigantesca forma cósmica de Trivikrama.
Con su primer paso cubrió toda la tierra.
Con su segundo paso cubrió los planetas superiores, todo el cielo y el universo entero.
Entonces, Vāmanadeva preguntó:
—Oh, Bali, ya no queda espacio para mi tercer paso. ¿Dónde puedo colocarlo?
El rey, comprendiendo que aquel no era un simple niño, sino el mismo Señor Supremo, sonrió y, con humildad, dijo:
—¡Mi Señor! No queda nada mío… salvo mi propia cabeza. Coloca tu tercer paso allí.
Y así lo hizo el Señor. Con gran misericordia, Vāmanadeva puso su pie de loto sobre la cabeza de Bali, liberándolo de todo orgullo y bendiciéndolo eternamente. El Señor no lo castigó; al contrario, le dio un reino aún más glorioso en Sutala-loka y le prometió estar a su lado como guardián.
🌸 El pasatiempo de Pārśva Ekādaśī nos enseña que:
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Todo lo que tenemos, en realidad, pertenece al Señor.
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El verdadero tesoro no está en acumular posesiones, sino en rendirse con humildad.
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Así como el Señor cambia de lado en este día, nosotros también debemos cambiar: dejar el ego y acercarnos más a Sus pies de loto.
Por eso, los vaiṣṇavas ayunan en este día de gran fortuna, cantan los santos nombres y recuerdan la humildad de Bali Mahārāja y la dulzura ilimitada de Śrī Vāmanadeva.
✨ Quien observa Pārśva Ekādaśī con fe, recordando la entrega de Bali Mahārāja y la misericordia de Vāmanadeva, recibe la bendición de rendirse plenamente al Señor y permanecer siempre bajo Su protección.








